El recurso del personaje idiota en el cine de terror y cómo evitarlo
Hablemos del tiempo… Pero no del frío que debería hacer a estas alturas y que no llega, sino del tic tac del reloj, que es lo que verdaderamente importa, los segundos y cómo los empleamos.
Y es que los que nos dedicamos a la industria cultural y del entretenimiento no nos alimentamos de dinero (eso paga nuestras facturas, sí, como las de todos). No, lo que verdaderamente queremos de ti es tu tiempo. Y eso debería ser sagrado para ambas partes. Por eso este post parte de la regla de oro de cualquier trabajador de este sector: no hacer perder el tiempo al espectador/lector.
Hay muchas formas de decepcionar a la audiencia, pero hoy me detengo en la que quizás es para mí la peor dentro de mi género: el personaje idiota. Es la peor por el simple hecho de que asume que el espectador perdona la vagueza del creador de volver a venderle algo que ha visto mil veces sin siquiera sonrojarse. Eso está mal, lo mires por donde lo mires.
Pero, ¿quién es el personaje idiota y por qué surge?
El personaje idiota es aquel que realiza una acción dentro de la trama que cualquier persona en su sano juicio, que se encontrara en la misma situación, no haría. Este personaje, que en su mayor parte se suele representar con una mujer joven y guapa (porque es obvio que o eres guapa o lista, que lo queremos todo) o con el graciosillo del grupo, va contra la propia naturaleza humana de supervivencia y abre el libro maldito con diez mil avisos y envuelto en cadenas o cualquier otro objeto prohibido (Evil dead, 2013; 7 Deseos, 2017), se ducha en mitad de una serie de muertes inexplicables (Sé lo que hicisteis el último verano y todas sus hermanas gemelas americanas), entra gritando «hola, ¿hay alguien ahí?» en lugares oscuros de dudosa fiabilidad (casi cualquiera del género slasher juvenil), o atribuye un evidente fenómeno paranormal «al viento» y «al estrés», entre otros.
La primera vez que se utilizaron estos recursos, en su mayor parte en el cine de los 80 y principios de los 90, obedecían a los albores de subgéneros incipientes que no habían saturado aún al público. Pero, a medida que los espectadores se han convertido en consumidores de terror en cualquiera de sus formatos, los trucos antiguos ya no sirven. Si nosotros hemos aprendido que hay que mirar en el asiento trasero del coche antes de subirse, un personaje escrito en el siglo XXI también debe saberlo.
Por tanto, una cosa es utilizar ciertos clichés y estereotipos que el público de ciertos subgéneros espera (el asesino en serie que muere, pero no muere) y otra es decepcionar al personal con los mismos trucos de siempre. Y esto suele pasar cuando el guionista o escritor necesita un avance de la trama que no sabe cómo ejecutar.
Por no hablar del regusto machista que tiene este personaje, predominantemente femenino y con un físico espectacular, pero tonta hasta decir basta. Y eso es lo que digo yo: BASTA de usar a las mujeres como la tonta de la historia.
Cómo evitar acudir al personaje idiota
En primer lugar, vamos a tomar la decisión desde ya de que un personaje puede ser torpe, patoso, ruidoso o incluso tener pocar luces, pero que el instinto de supervivencia está genéticamente incrustrado en el adn de toda la especie. No obligues a tu personaje a hacer algo que tú no harías. ¿Bajaría yo sola a un sótano a oscuras después de que se me encienda la tele sola o se me pongan los cuadros bocabajo? Pues probablemente no. Lo que haría sería buscarme un hotel y llamar a Iker Jiménez, en ese orden.
Una vez asumido que nuestro personaje será una persona con un mínimo de sentido común, hay que aprovecharse de una cualidad muy humana: la curiosidad. No esperes a que sea obvio que hay un asesino rondando la casa o un espíritu cabreado intentando poseer a alguien. Usa la curiosidad que todos tenemos por lo inexplicable antes para que tu personaje haga eso que hace avanzar la historia sin parecer un imbécil. Recuerda que es al prota a quien estamos siguiendo, invirtiendo el poco tiempo que nos queda después de trabajar y pasear al perro (o dormir a los niños, elige tu propia forma de esclavitud). No queremos perderlo con lo mismo de siempre.
Por último, busca formas para avanzar en la propia historia, no necesariamente en los personajes. Tu película o novela consta de más elementos que puedes utilizar a tu antojo —ERES EL CREADOR. Aquí te propongo algunos:
- Las circunstancias: la película Hush de Mike Flanagan aprovecha bien este recurso poniendo a su protagonista, y sobre todo a sus secundarios, en situaciones completamente verosímiles, por lo que nos tragamos sus reacciones sin rechistar. Un golpe en el dedo pequeño del pie me hace gritar, o al menos resoplar, y —oh, sorpresa— el asesino me oye, por ejemplo (WARNING: no abusar, que este ya empieza a estar visto)
- El antagonista: Muñeco diabólico, pero la original de 1988, es un gran ejemplo de un villano que no espera a nadie. Chucky sigue actuando independientemente de si te has enterado de que está poseído o no. No espera una acción por parte de ningún personaje. Haz tu villano lo bastante hijode… agresivo como para que no necesite invitación para reaccionar.
- El tiempo: la saga de Saw hizo de la cuenta atrás marca de la casa. Los personajes debían completar su tarea antes de que se acabase el tiempo, y eso añadía presión, que los empujaba a cometer errores más fácilmente perdonables. El estrés nos vuelve un poco más torpes a todos, aprovéchalo.
- Los niños: pero los pequeños. A partir de cierta edad, su «inocencia» no cuela tanto y puedes volver a dejarlos como idiotas como pasa en La llorona o en la secuela de Anabelle. Obviamente, si no pega introducir un niño en la historia, no lo hagas, pero es que dan un miedo…
Para terminar te dejo con algunas películas que lo hacen muy bien y que saben jugar con personajes algo menos inteligentes sin que nos quede la sensación de haber sido estafados:
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