Divagaciones

¿ES LA PROFESIÓN DE ESCRITOR ÚTIL?

Hace poco tuve una de estas crisis existenciales por la que pasamos todos en la vida (los que nos dedicamos a algo relacionado con el arte parece que nos toca al menos una vez al año) y pasé una calurosa tarde de domingo escuchando entrevistas a guionistas sobre su proceso creativo y demás. Tenía la intención de quizás extraer alguna perla de sabiduría pero, sobre todo, de verme reflejada en otros compañeros de profesión (en especial en los obstáculos y las dificultades que atañe este competitivo campo). Sin embargo, la primera pregunta de un entrevistador hizo que todos mis planes se fueran al traste y mi reflexión se centrara en otra cosa.

Rodeado de una buena muestra de lo mejorcito de Hollywood en cuanto al guión se refiere, el periodista les lanzó lo siguiente: «Tal y como está el mundo ahora mismo (terrorismo, guerras, hambre, etc), ¿aporta algo realmente útil un escritor?». Hubo unos segundos de silencio en los que probablemente estuvieran pensando en lo mismo que yo (médicos, científicos, profesores, agricultores, bomberos…), pero pronto apareció la respuesta: «Por supuesto que sí». De esta pregunta y lo que atañe me dispongo a reflexionar en este post.

La importancia de la historia

Alguien podría pensar que, cuando estamos atravesando la mayor pandemia del último siglo y con todo el impacto social y económico que trae consigo, reivindicar una profesión que consiste en juntar letras y contar cuentos más o menos verosímiles es un buen pasatiempo, pero no aporta nada a la solución de todos esos problemas, gigantes o minúsculos, que nos amargan la existencia. Sin embargo, te reto a refutar que las palabras importan, que cambian el mundo (ya sea a mejor o a peor), que causan un impacto emocional que conlleva una reacción física. Permíteme que te lo muestre.

Estamos rodeados de historias, más allá de los libros que adornan nuestras estanterías. Las absorbemos a diario. En la televisión, en el cine, en los periódicos, en las redes sociales, en la cola del supermercado, en tu cerebro cada vez que le permites estar un rato ocioso, en la política. Todo lo que nos rodea obedece a una narrativa, una manera específica de contar lo que nos sucede; lo único que cambia es el formato. ¿Cuántas veces hemos oído lo del dichoso «relato» en el ámbito político de los últimos años? Aquel que venda mejor su historia llegará a más votantes. Saber contar una historia es vital en más parcelas de la vida de las que nos creemos.

Hay una razón por la que la invención de la escritura marca la separación entre la Prehistoria y la de Historia con mayúsculas. Los humanos aprendemos a comprendernos, nos analizamos y conectamos entre nosotros a través del relato de nuestras vivencias. Una vez una compañera escritora dijo que los escritores somos inventores en el sentido más amplio de la palabra, y creo que estaba en lo cierto. En un mundo donde ya convivimos con Inteligencias Artificiales y trabajamos para viajar a otros planetas, es justo recordar que quienes imaginaron todas esas locuras que ahora llamamos progreso fueron en su mayoría escritores, ya fueran en el ámbito literario o el audiovisual.

Las utilidades de las historias

Cualquier relato, independientemente del formato final en el que acabe trasladándose, comienza en forma de palabras o imágenes mentales de aquello que se quiere transmitir. Poco a poco le vamos dando una estructura (el orden en que vamos a contarlo, qué revelaremos primero, cuál será el final), una perspectiva (a través de quién voy a contarlo, quién será el protagonista) y una intención (qué quiero decir con esta historia). Y este proceso lo hacemos a diario, decenas de veces, sin siquiera percatarnos. Lo que contamos tiene un efecto en quien lo recibe, que genera una reacción que puede morir ahí o que encadena con otra, y así sucesivamente. Pero, ¿para qué sirven las historias?

Fotograma de E.T el extraterrestre

Son una herramienta fundamental para crear empatía. La capacidad de ponernos en los zapatos de otra persona para comprender sus motivaciones y sus emociones es el principal motor que nos empuja a ayudarnos. Es un método de supervivencia básico. Las novelas y las películas generan y ejercitan esta importante capacidad, que empieza a atrofiarse como consecuencia de la sobreestimulación y la falsa hiperconectividad de nuestros tiempos. Es gracias a las historias que miramos la vida, los problemas y las situaciones a través de otros ojos (a veces muy diferentes a los nuestros). Podemos ser un niño americano del Upper East Side, una anciana coreana o incluso un alienígena extraño, y la conexión (si la historia está bien contada) sucede. ¿No es fascinante?

Solo un ejemplo de representación

Dan voz a quien no la tiene. Las historias sitúan en el mapa a los invisibles. Les ponemos rostro y nombre a aquellos que, por cualquier circunstancia, no tienen la oportunidad de denunciar un hecho o representar su realidad para que el mundo la conozca. Las historias abren horizontes y le sacuden el polvo a nuestros prejuicios. ¿Cómo, si no, podemos conocer las vivencias de una superviviente de la dictadura de Corea del Norte? (Escapar para vivir, de Yeonmi Park). ¿O la experiencia de ser judía en la Alemania nazi? (Diario de Ana Frank, de Ana Frank), por citar algún ejemplo. En los tiempos del Black Lives Matter, la lucha por la representación de todo tipo de personajes en las obras de ficción está más viva que nunca. Debe existir una potente razón para que los colectivos reivindiquen verse representados en novelas, series y películas; y es que las historias sientan precedentes, crean cultura y conforman estereotipos que influyen en las decisiones que tomamos cada día. Eso es un gran poder y no el de Spiderman.

Nos hacen sentir menos solos. ¿Quién no ha recurrido a un libro o a una película en busca de consuelo? Necesitamos saber que aquello que nos atormenta, que nos limita o que nos hace diferentes es compartido con alguien más en este amplio mundo, que no estamos solos ante la adversidad. Las tribus y las culturas ancestrales solían reunirse a contar historias, ya fuera en la plaza o alrededor de un fuego. Las historias nos conectan con nuestros semejantes, potenciando nuestra individualidad y a la vez nuestro sentido de comunidad. Por eso se insiste tanto en que las historias sean diversas y representativas de todo tipo de realidades, porque los relatos que consumimos plantan semillas en nuestra mente. ¿Acaso una profesión que trabaja con algo tan poderoso no debe considerarse importante?

Por último, a menudo me sorprendo al comprobar lo claro que tenemos que sin oxígeno estamos condenados, pero lo fácil que olvidamos que el cerebro también se alimenta de ideas y que la evasión, la diversión y el entretenimiento son funciones vitales que nos permiten no volvernos más locos de lo que ya este sistema intenta que nos volvamos. Divertirse tiene efectos fisiológicos como mejorar la respiración y la circulación, fortalecer el sistema inmunológico y liberar endorfinas (que son las que contrarrestan al cortisol, la hormona del estrés, nuestro villano en esta historia). Te dejo este artículo en inglés sobre cómo el cerebro conecta con las historias. Menciono esta subestimada utilidad de leer libros o ver películas porque a veces se tiende a asumir que cualquier obra de arte o trabajo relacionado con la cultura debe ser ante todo didáctico y no me cansaré de reivindicar (y agradecer) a aquellas obras que solo buscan entretenernos. (Hemos venido a este mundo a algo que más que trabajar, ¿no crees?)

Si eres escritor, dilo con orgullo

Un último consejo: ser escritor puede no ser rentable (de hecho para la gran mayoría de nosotros no lo es), quizás tengas que compaginar otros trabajos con este que de vez en cuando te genera algún ingreso, y puede que incluso durante un tiempo te des por vencido y te jures que abandonas (yo lo hago a menudo, pero aquí sigo, porque esto no es como ensamblar un coche, con todo mi respeto a los que ensamblan coches, escribir es una necesidad vital para mi salud mental), pero escribir es una profesión. TÚ PROFESIÓN. Y lo sigue siendo aunque tengas que poner copas o dar clases para poder pagar tus facturas. Un pájaro no deja de serlo cuando no está volando.

Ya sé que parece que es el dinero lo que mueve el mundo, pero mira más allá, acércate a los cimientos, profundiza. ¿Seguro que eso no es otra historia que te están contando?

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Escritora y guionista de terror, misterio y suspense. Fanática de Drácula, la brujería y todos los tipos de té existentes. También imparto distintos talleres y charlas sobre escritura y cine.

2 Comentarios

  • Hadha

    Utilidad, empleabilidad, productividad… Son términos muy de este siglo, y a la vez muy antiguos. Si para el ser humano la literatura no hubiera sido útil sencillamente no la habríamos desarrollado: como no tenemos aletas ni dedos por encima del talón.

    La narración es imprescindible la llevemos al área que la llevemos, desde que explicas a un niño que el fuego quema o que el abuelo no va a volver. La escritura es la herramienta que cumple con la necesidad de permanencia del ser humano y, por ende, de sus ideas.

    Sí, yo me siento útil. Tu texto ha sido útil y placentero para mí porque me ha permitido reivindicar que cumplo con mí deseo de permanencia y lucho contra el olvido.

    No sé qué tienen las crisis que nos hacen sentir tan bien y pensar tan alto. Saludos, compi!!

    • V. Cervilla

      A veces hay que reivindar lo que hacemos en un mundo que cuenta el valor de las cosas en billetes y monedas. Yo no soy religiosa, pero alguien dijo «no solo de pan vive el hombre». El alma también se alimenta y en gran parte lo hace de historias 😉 Seguimos, compañera.

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