Divagaciones

Enfrentarse al bloqueo: mi experiencia

Llevo tiempo retrasando escribir este post por distintas razones, entre ellas, «bloqueo» es la palabra maldita para cualquier persona que trabaje en un campo artístico y ya sabemos lo que pasa cuando repetimos mucho una palabra (¿verdad, Candyman?). Creo que ahora estoy por fin en una posición mejor para ofrecer cierta luz, y quizás algún consejo, a quien esté inmerso en esta temida situación. No, no va a hacer falta recurrir a los espíritus para que nos escriban esta entrada en el blog…

Qué es un «bloqueo»

La ventana secreta (David Koepp, 2004)

Un bloqueo sucede cuando la escritura no fluye (voy a centrarlo en la profesión de escritor, pero es aplicable a otras). Resulta imposible concentrarse, las ideas no llegan e incluso solo pensar en sentarse a escribir nos produce ansiedad. Las musas se han ido. No es que no se te ocurran historias, es que no se enciende la chispa para interesarte por ellas. Eso en lo que antes encontrabas un refugio lejos del mundanal ruido supone ahora fuente de estrés. Frustrante, ¿no? Hace unos meses me vi inmersa en un bloqueo bastante gordo que, además, también era bloqueo lector. Imagina: mi vida es contar historias y era incapaz de sentarme a construir una o de sumergirme en las que han construido otros.

A pesar de todo, no era la primera vez así que alguna experiencia tenía en cuanto a cómo enfrentarme a la situación. Al principio, aparece frustración e impaciencia, porque vivimos en una sociedad que exige estar constantemente creando contenido relevante, mantenernos visibles para que no se olviden de nosotros, y una novela o un guión tarda en construirse. ¿Qué estaba haciendo perdiendo el tiempo? Pero un bloqueo es señal de algo más profundo y, por mucho que lo odiemos, hay que hacerle caso. Es como el miedo o la sensación de dolor: nos avisa de que algo no va bien.

Causas del bloqueo

Fundamentalmente, hay dos razones por las que se produce un bloqueo:

Agotamiento. Escribir es un proceso mental enriquecedor y de evasión, pero también tremendamente agotador y estresante a veces. Construir tramas y personajes así como sumergirse en un amplio abanico de emociones y sensaciones requiere mucha energía, por lo que tras un tiempo concentrados en proyectos intensos, es lógico que nuestro cerebro se canse. Esto, sumado al ajetreo de la vida diaria que, en la mayoría de las ocasiones, supone tener varios proyectos a la vez u otro trabajo aparte de escribir, nos empuja hacia una productividad tóxica que termina por saturarnos. Dormimos poco y mal, andamos en un estrés continuo por cumplir fechas y dejamos poco tiempo al ocio y la vida social, hasta que el cuerpo y la mente dicen basta.

Desajuste emocional. Voy a utilizar la palabra «alineación» para explicar esto. Cuando las distintas parcelas que conforman nuestra vida conviven más o menos en equilibrio, con los problemas cotidianos que vamos resolviendo a medida que surgen y demás, diríamos que estamos «alineados» con nosotros mismos (este es un término espiritual para referirse a que la esencia de lo que somos y la realidad confluyen). Si sucede algo que desencadena una reacción emocional más profunda (tristeza, preocupación, ansiedad…), ese equilibrio se desestabiliza y perdemos la alineación. Esto puede ser producido por un acontecimiento grave (una separación, la muerte de un ser querido, una enfermedad…) o por algo en apariencia más leve, pero que por alguna razón es asociado con una experiencia traumática a algún nivel más o menos moderado. Las crisis existenciales surgen a menudo de este tipo de acontecimientos. No es que haya sucedido nada especial, pero un hecho o varios activan algo que andaba ahí escondido en el subconsciente, ignorado, y que pide atención. Esta es la causa más compleja, pero no desesperes porque en la oscuridad son las grietas de lo que se rompe las que permiten dejar pasar la luz.

Algunos consejos

En primer lugar y, aunque sea el paso más difícil, hay que asumir que atravesamos un bloqueo y que forzar la máquina no funciona. Detenerse es algo necesario. La psicología ya nos advierte de que, cuando experimentamos una emoción negativa, lo mejor que se puede hacer es sentirla en todo su esplendor. Lo que evitamos acaba por perseguirnos. Así que para, si es posible, o amplía plazos si tienes que entregar algún proyecto.

A continuación, toca identificar la causa del bloqueo. Si se debe a agotamiento por acumulación de trabajo y compromisos, es fácil apreciarlo. De hecho, este es el problema más sencillo de solucionar (o al menos de identificar pasos hacia la solución. Otra cosa es que la vida diaria nos lo permita). Normalmente surge algún dolor físico que avisa (de espalda o de cabeza, preferentemente); es complicado conciliar el sueño o cuando dormimos no conseguimos descansar del todo; y nos volvemos irritables. En este caso, a mí me funciona desconectar del proyecto unos días y realizar alguna actividad que calme la mente, como el yoga. Pasar tiempo sola inmersa en otra actividad que me produzca felicidad también ayuda (pasear en la naturaleza es mi droga preferida). Busca ese espacio personal en el que no eres «el/la escritor/a». Y, aunque parezca contraproducente, ya que hablamos de cansancio físico, el ejercicio en estos casos hace maravillas. Si es al aire libre, mejor.

El necronomicón de Evil dead (Sam Raimi, 1981)

Si la causa es emocional, aquí vas a tener que bajarte al barro. No deberíamos tener que esperar a sufrir una crisis del tipo que sea para prestar atención a nuestra parte emocional y espiritual, pero vivimos en la sociedad de la prisa. Si el problema vas más allá del cansancio, si hay algo que sientes que no va bien, que está desconectado del mundo, te aconsejo que no lo ignores. En mi caso, la razón andaba más bien por este área así que decidí rendirme a eso que me bailaba en la cabeza y prestarle atención. Hay varias opciones que pueden funcionar para que averigües lo que te bloquea. Las que a mí me han funcionado son la meditación (que suena muy «new age», pero tiene milenios de práctica) y llevar un diario (costumbre que abandoné hace muchos años y que he recuperado afortunadamente). No te preocupes. Le ponemos unas cadenas y una maldición diabólica a lo Evil Dead, y nadie lo leerá jamás.

Si el problema persiste o no eres capaz de enfrentarte a él solo/a, no descartes buscar ayuda psicológica profesional. Hablar con alguien fuera de tu círculo cotidiano que no va a juzgarte puede ser la medicina que necesitas para ahondar en eso a lo que aún no le pones nombre.

Por último, te voy a dar quizás el consejo más importante de todos: date permiso. Date permiso para decir que no estás bien, que no puedes seguir, que necesitas parar, que no pasa nada por no llegar a tu máximo potencial durante un tiempo. Date permiso para concentrarte en ti, en aquello que necesita tu atención, en tu cuerpo, en tu mente. Date permiso para estar solo o buscar la compañía que necesitas, para pedir ayuda, para escribir sin expectativas, para no tener que ser perfecto. Deja que el bloqueo haga su trabajo y te aseguro que, cuando menos lo esperes, si no huyes de lo que viene a decirte, se irá para volver a dar espacio a las musas.


Mi bloqueo ha durado unos cuantos meses, aunque no ha sido el peor. Hace tiempo tuve uno que duró tres largos años, pero que a la larga ha supuesto una fuente de inspiración y material para mis historias. Todo sucede por algo, nada se desaprovecha en la vida. He pasado por una montaña rusa de impaciencia y frustración hasta que decidí rendirme al hecho de que no me apetecía escribir ni leer. He hecho un viaje de introspección profundo, con todo lo que eso conlleva, hasta llegar a la causa de todo y fue cuando comprendí lo que había estado ignorando cuando la cosa empezó a mejorar. Despacio, eso sí. Pero es que ciertos aspectos importantes de la vida requieren tiempo. Eso que el sistema se empeña en robarnos. Si alguien se merece que tengas paciencia con él/ella, eres tú. No pasa nada por no publicar constantemente, te lo aseguro.

Si quieres leer un poco más sobre este tema, te dejo el artículo ampliado en este enlace.

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Escritora y guionista de terror, misterio y suspense. Fanática de Drácula, la brujería y todos los tipos de té existentes. También imparto distintos talleres y charlas sobre escritura y cine.

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