10 Lecciones sobre escritura de los maestros del terror

Escribir es una profesión creativa y, como tal, se ve afectada por algunos fantasmas como el síndrome del impostor, las inseguridades y las exigencias del ego. Todo eso mata la creatividad y nos deja a oscuras, sin saber qué hacer. Es un círculo vicioso bastante cruel del que pocos nos libramos.

Cuando las partes negativas de este trabajo me ganan la batalla (y sucede algunas veces, como a todos. No sé en cuántas ocasiones he pensado en dejarlo, pero han sido bastantes), me apoyo en la gente que me aprecia y en los autores que lucharon contra estos fantasmas antes que yo. Por si estás en uno de esos momentos bajos, te dejo aquí una lista de las lecciones sobre escritura de los maestros del terror que más me ayudan:

1. La inspiración está sobrevalorada

Edgar Allan Poe, uno de los pilares del terror, escribió un pequeño ensayo sobre su proceso creativo (The philosophy of composition) en el que explicaba cómo había escrito su famoso poema El cuervo. En él cuenta que nada del proceso fue tan poético y catártico como se empeñaban en decir, sino que se pareció más a la ejecución de un problema matemático. Básicamente, se sentaba a escribir con ciertos elementos ya decididos de antemano (el final, el clímax, los personajes y el tema). He aquí un poeta quitándole ese halo de romanticismo que a veces le damos a la escritura y poniéndose simplemente a trabajar.

2. Las explicaciones a veces sobran

Stephen King, el rey del terror moderno, insiste en la importancia de los personajes: «Las pesadillas existen fuera de la lógica, y hay poca diversión en las explicaciones. Son la antítesis de la poesía del miedo». Según King, es normal que nos preguntemos el porqué de algo, sobre todo si nos daña, pero el miedo es más poderoso si mantiene su misterio.

3. El miedo a lo desconocido

H.P. Lovecraft, maestro del horror cósmico, creía firmemente en el poder del misterio: “Las más antigua y más fuerte emoción de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más fuerte tipo de miedo es el miedo a lo desconocido”. En esto parece que está de acuerdo con King. De hecho, una de sus mejores habilidades es hablar del terror a partir de la sugerencia. Por eso sus criaturas y dioses primigenios son incomprensibles para la mente humana; no le hace falta que las imaginemos para que nos aterren.

4. Aporta o aparta

Shirley Jackson, autora de La maldición de Hill House, escribió muchos ensayos sobre escritura, pero existe uno en particular que dedicó a su tercera hija, quien mostraba señales de querer seguir sus pasos. En este texto daba varios consejos, pero me voy a quedar con uno en particular en el que Jackson nos cuenta la importancia de que todo lo que componga el texto haga avanzar la historia. Para ella, las historias eran movimiento. Si cierta información no nos lleva a algún sitio, sobra.

5. Las historias como retales de personajes

Ray Bradbury habló mucho sobre escritura, pero incluyo en esta lista una de mis citas suyas favoritas: «Recuerda: la trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles». Qué forma tan bonita y certera de recordarnos que las historias van sobre sus personajes y, sin ellos, no hay trama que seguir ni que nos importe.

6. El poder de lo cotidiano

M.R. James, conocido por sus historias de fantasmas, aconsejaba en su Más historias de fantasmas de un anticuario que ambientar un cuento en un lugar conocido y en la época moderna ayudaba a acercarnos al lector lo máximo posible. No soy partidaria de solo escribir sobre el momento actual, pero me quedo con la idea de que lo cercano siempre es más aterrador.

7. Robar tiempo para escribir es normal

Mariana Enríquez, el fenómeno literario de estos últimos años, también compagina su trabajo de escritora con otros proyectos y eso resuena con muchos de nosotros. Si ella debe hacerlo, no hay razón para sentirnos menos escritores porque lo hagamos también. Fíjate en esto que dijo en una entrevista: «Mis tiempos de escritura y de la vida cotidiana estas súper mezclados. Es más, los momentos de la escritura son los que le robo a la vida».

8. Detenerse es legítimo

Anne Rice, autora de Entrevista con el vampiro, escribió una lista de consejos en su página de Facebook y voy a rescatar una: «Cuando estés cansado de escribir, para y lee algo que sea refrescante. Recomiendo las primeras páginas de Ojos de fuego, que siempre me dan energía y me devuelven al teclado. También lo hace La canción del verdugo, de Norman Mailer, El padrino o cualquier relato de Hemingway.

Llevo muchos años aplicando este consejo y me funciona siempre. Es lícito detenerse cuando las cosas se ponen cuesta arriba y acudir a otros maestros para que nos ayuden a salir del bache.

9. No te obsesiones con el primer borrador

Clive Barker, uno de los mejores escritores de terror de este siglo, tiene una particular forma de ver el primer borrador que me ha servido para no obsesionarme con la perfección del principio. Barker piensa en sí mismo como un periodista que transmite lo que sucede más que como un escritor. El objetivo de un primer borrador, en su opinión, es transmitir quién hace qué, dónde sucede y cuánta sangre hay; se trata de describir de la mejor manera posible lo que ve el ojo de su mente.

10. Escribir no es sufrimiento

Dejo la que quizás sea la mejor lección de todas para el final y viene de la mano del gran R.L. Stine, un maestro en el terror juvenil que dijo: «No escuches a ningún escritor que diga que escribir es difícil. No lo es, escribir es divertido». A veces, entre tanta competitividad por publicar y exigencias del mercado y de nosotros mismos, nos olvidamos de la razón principal por la que nos metimos en esto. Al menos sé que a mí me pasa, y no escribo para sufrir sino para todo lo contrario. Por favor, diviértete mientras construyes historias. El resto ya se verá después.

Espero que estas lecciones de los grandes maestros de la escritura de terror te guíen en tus momentos de oscuridad. Después de todo, hasta los que escribimos sobre las tinieblas necesitamos un poco de luz de vez en cuando.

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